miércoles, 15 de enero de 2014

Tu triunfo de hoy

Estimado Norman:
Espero que tu sed de venganza haya quedado aliviada en parte tras tu hazaña hoy de haberme despreciado ante testigos y haberme  amenazado con la pronta destrucción del gran acervo de datos que te confié si yo no pagaba ciento cincuenta dólares a su custodio dentro de muy poco tiempo (aunque no me quisiste decir cuánto tiempo me quedaba).
La experiencia de humillar a los malvados enemigos -- y así hacerse respetar -- generalmente apacigua los ánimos de los que creen mancillado su honor.
Noto con curiosidad que, tras faltar de mi casa casi un mes, cuando te envié mi nota de ayer proponiendo que mejorases el servicio que brindas y enumerando varias deficiencias en dicho servicio, en menos de 24 llegaste a mi casa, pero no para discutir mis propuestas ni para defenderte de mis críticas, sino únicamente para decirme que de ahora en adelante te niegas a trabajar para mi.
¿Por qué no me lo escribiste en un correo electrónico en lugar de venir hasta mi casa ubicada en un barrio periférico? A veces tengo que esperar semanas para que vengas a componerme mi ordenador, pero basta que yo te proponga mejoras al servicio para que vengas indignadísimo a decirme personalísimamente que ya jamás trabajarás para mi, y aprovechas para humillarme ante testigos manifestando que no está dispuesto a servir de intermediario con el custodio de mis datos, que lo tengo que hacer yo, que te desentiendes de todo, y solo a regañadientes revelas el paradero de mis datos para que yo pueda intentar rescatarlos en persona.
Estas son las deficiencias que yo te apunté ayer y con respecto a las cuales has mantenido riguroso silencio:
1. Tu servicio es inconstante.
2. No tienes ninguna documentación de los asuntos relacionados con mis computadoras.
3. No haces inspecciones de seguridad.
4. No das consejos firmes
5. No adviertes contra peligros.
6. Es imposible llamarte por teléfono.
7. A veces despareces por semanas enteras sin avisar.

Estas quejas colmaron el vaso de tu indignación y te convencieron que ya era hora de venir a darme una buena lección y jalarme del bigote para que yo aprendiese a respetarte como es debido.
El acceso telefónico para los clientes es un lujo innecesario. El cliente que lo exige está buscando pelea. ¡Hay que bajarle los humos y ponerlo en su lugar!
Te invito a rebatir estos argumentos
Saludos de Ricardo

No hay comentarios:

Publicar un comentario